El agua agitada del mar chocaba repetidamente contra los muros del puerto, zarandeando las pocas pasarelas que aun quedaban sin guardar debido a la repentina tormenta. Las aguas embravecidas movian los barcos sin descanso y sepultaban a veces los largos muelles, que a duras penas resistian aquellas furiosas acometidas.
La lluvia golpeaba reptidamente contra las ventanas, la mayoria con las cortinas corridas, la estampa no era muy agradable.
El viento levantaba lamentos de las maderas, las puertas se quejaban y los tejados aguantaban como podian.
Las pocas ventanas por las que se veia iluminacion sin cortinas provenian de una triste taberna maritima. Alli coincidian varios marineros lamentandose del mal tiempo, tristes por los daños y añorando sus respectivos hogares.
El bullicio era tremendo y el ambiente demasiado cargado, en aquel local de reducido espacio y mal acondicionado se encontraban la mayoria de los sudorosos tripulantes de aquellas sufridoras naves, por lo que la tension se palpaba en el ambiente y las narices mas trabajadoras se arrugaban ante aquellas agresiones.
Al fondo de la estancia, mirando por una de las pocas ventanas del lugar y situado relativamente cerca del fuego, se encontraba un individuo de aspecto mediocre, ropas raidas en algunos lugares e impropias para los tiempos gelidos que corrian y hombros caidos. La tristeza que a su alrededor se apreciaba era tal que pese a la gran cantidad de personas que alli estaban su zona se encontraba vacia.
Tristes conversaciones entre el y la gran jarra de cerveza negra. Su fuerte sabor con ese toque amargo eran acordes con sus pensamientos.
Su mirada iba de la mesa a la ventana y de esta a la cerveza, el resto del mundo no existia. No para el. No en ese momento. Y esta vez, esa inexistencia no era bienvenida...